El falso documental es un subgénero cinematográfico que emplea el sistema de narración documental en el discurso de una historia simulada. Para conseguirlo su parte estética imita en todo momento a la realidad de tal manera que hace uso de mecanismos como:
cámara al hombro
zooms
y demás manufacturas clásicas del género al que imita.
Sin embargo, conviene recordar que todo ello no deja de contar con un guion cerrado, actores profesionales y técnicas de falsificación de imágenes.
Los pioneros de este subgénero decidieron así imitar los códigos del cine documental, transformándolos en una obra totalmente ficcional otorgándole así a dicha ficción una apariencia de realidad tal que en numerosas ocasiones, los espectadores no eran capaces de comprender que lo que están visualizando no son más que obras satíricas.
El falso documental se basa en las rígidas normas establecidas por los documentales, imitándolas . De tal manera que finge:
presentar los hechos sin alteraciones
Basarse en información verificable y, por tanto, creíble
tener un fin informativo, educativo y/o reflexivo
emplear imágenes y grabaciones reales
narrar siguiendo un orden sencillo y cargado de lógica
Disfraza así el relato ficticio de reporterismo.
Con el paso del tiempo, los mockumentaries, término de referencia original en inglés, derivaron desde la comedia hacia inesperados derroteros, unos formatos en lo que en principio la crítica no confiaba pero que demostraron ser capaces de generar éxitos demoledores.
En cuanto a su modo de creación existen 3 formatos de falso documental muy diferenciados entre sí. Hablamos de:
metraje encontrado
valor estético
realización objetiva con rodaje in situ
El primer caso es, sin duda alguna, el más explotado podemos encontrarlo en la película de Peter Jackson La verdadera historia del cine (1995), donde se sigue la pista del desconocido cineasta neozelandés Colin McKenzie, el verdadero pionero del cine y de quien el famoso director de El señor de los anillos encuentra en un cobertizo cientos de películas, destapando así una verdad oculta, que el propio McKenzie fue el auténtico creador del travelling, el primer plano, el sonido y la grabación en color. Muy interesante es también el ejemplo de Zelig (1983) de Woody Allen, que narra la vida de un hombre cuya inseguridad le provoca cambiar de aspecto para encajar en cualquier situación histórica.
El género del horror también se ha apropiado de este formato, basando sus argumentos en vídeos supuestamente grabados ya sea por los propios protagonistas de la historia o por cámaras posicionadas en el lugar de los hechos como, por ejemplo, cintas de seguridad. El primer y más exitoso falso documental de terror fue El proyecto de la Bruja de Blair (1999) cuyo supuesto found-footage, se mostraba como una grabación encontrada tras la extraña desaparición de sus propietarios, unos jóvenes cinematógrafos quienes precisamente ansiaban realizar un reportaje sobre la mencionada bruja. Las imágenes rodadas, carentes de postproducción y sin música de fondo, tenían tanto peso que parecían reales. Lo que provocó entre la audiencia el eterno debate: ¿era o no era todo una mentira?
Otro buen ejemplo de horror found footage es REC, cinta en que la cámara, bajo el pseudónimo de Pablo, pasa a convertirse en un personaje más partícipe de la ficción. Gracias a ello su presencia en un edificio acompañando a una reportera que huye de los individuos infectados nunca se transmite como algo inverosímil. Ni siquiera en el final.
Paranormal Activity, es de hecho otro notable ejemplo de este formato de falso documental. Su realismo, en lugar de tomar grabaciones realizadas por los propios personajes, parte de la situación privilegiada de las cámaras, que actúan como meras espectadoras de sucesos inexplicables.
Si te interesa este campo, también puede visionar pelis como Encuentros paranormales (2011) o Lake Mungo (2008).
En segundo lugar, tenemos el uso del falso documental o sus cualidades como valor estético, donde las técnicas típicas del subgénero se desarrollan únicamente como apoyo artístico. Este tipo se ve bastante en televisión. Ejemplos de ello son Modern Family, The Office y Parks and Recreations, funcionando las tres de una manera bastante similar. Todas ellas toman la dimensión testimonial de los documentales y rompen la cuarta pared. Hablamos de esa mirada a cámara, esa confesión culpable de un suceso que se acaba de mostrar en la escena previa, esa sonrisa, esa cara de sorpresa…todas ellas funcionan como atractivos estéticos.
Si te entusiasman las ficciones que hacen uso de estos recurso estilístico también te gustarán American Vandal (2017), Lo que hacemos en las sombras, serie (2019) y película (2014) y Paquita Salas (2016).
El tercer formato de falso documental consiste en la supuesta realización objetiva con rodaje in situ de los hechos o situaciones transmitidas. Aquí el público puede vislumbrar que las imágenes han sido rodadas expresamente cubriendo una historia o un hecho a modo documental. Uno de sus ejemplos cinematográficos más divertidos es This is Spinal Tap (1984) donde un director sigue a una banda de heavy metal durante una de sus giras. Lo más interesante de esta cinta es la notoriedad que alcanzó la banda ficticia en ella expuesta. De hecho, su éxito fue tal que los protagonistas acabaron por fundar de verdad un conjunto musical llamado Spinal Tap, que sacó dos triunfantes discos.
Un ejemplo trascendental de este formato fue llevado a cabo por el canal televisivo británico BBC en 1957, durante el Día de los Inocentes, cuando un verdadero programa de documentales llamado Panorama dedicó un falso reportaje a la “cosecha del espagueti” en el que se mostraba cómo un grupo de individuos recolectaba espaguetis de los árboles en Suiza, literalmente.
Al igual que en sus versiones previas, en el falso documental supuestamente grabado in situ también caben la fantasía y el romance. En 2014 la webserie Carmilla se hizo eco de este estilo audiovisual pero añadiendo la particularidad de contar con una única cámara estática, a modo de vlog narrado por la propia protagonista.
En lo referente a sus intenciones, se pueden encontrar falsos documentales en modo parodia, crítica social y deconstrucción de la realidad.
Fuera de todas estas convenciones, en definitiva, da lo mismo si expones la corrupción de agentes de tráfico canadienses como The Delicate Art Of Parking (2003) o si filmas a tus amigos en busca de Trolls como en Troll Hunter (2010), el ingrediente secreto para que cualquier falso documental funcione es la verosimilitud con que narres tu historia.