Resumen de Profundo Carmesí (1996)
Coral (Regina Orozco), una incompentente y rolliza enfermera, fascinada lectora de baratas noveluchas rosas, conoce, vía anuncios clasificados, a Nicolás Estrella (Daniel Giménez Cacho). Él es un Don Juan de pacotilla , cuyo sustento no es otro que estafar a mujeres solitarias; robándoles pertenencias, dinero y, en algunas ocasiones, incluso la vida. Todo bajo la falsa promesa de un romance.
Tras su primer encuentro, Coral queda absolutamente prendida de él. Obsesionada como está, abandona a sus hijos al cuidado de un hospicio, ante la lejana posibilidad de iniciar una vida con su amado. Lejos de todo pronóstico, Nicolás acepta de buena gana, no solo la compañía de Coral, sino también su participación en las estafas. Pasa así ella a ser la encargada de seleccionar a las futuras víctimas.
(ALERTA SPOILERS)
Juntos emprenden un camino de destrucción que, ya sea fruto de los celos de Coral o de la soberbia de Nicolás, solo deja cadáveres a su paso. Tanto complejo, tanta enajenación y tanta víctima pronto hacen mella en la moral de la pareja. Tras verse en la tesitura de tener que acabar con una vida infantil, deciden confesarse a las autoridades locales. Después de pasar un breve tiempo retenidos por separado, ambos son condenados a morir disparados por la espalda en mitad del desierto.
Profundo carmesí no es un título cualquiera, sino que hace referencia al color de la sangre. Un líquido indispensable para la vida y cuyo vertido es inevitable en el asesinato. El rojo en esta película sirve aquí como metáfora. Muestra que no hay nada más íntimo que los propios fluidos corporales. Y de la misma forma, que quien le arranca la vida a otro, despojándole de su sangre, le quita aquello que le es imprescindible. En otras palabras, todo asesino actúa de un modo implacablemente egoísta sin detenerse ante el daño irreparable que causa.
Y es que los protagonistas son capaces de aunar los siete pecados capitales del catolicismo, religión muy presente durante todo el largometraje. Esas transgresiones de lo considerado sagrado los devoran por dentro a modo de complejos. Crimen tras crimen, los conducen a actuar de una manera hosca, oscura y espeluznantemente desesperada que, como no podía ser de otra forma, siempre acaba por tornarse violenta.
El argumento nos conduce a los infiernos personales y morales más absolutos, con Coral, a modo de Dante, adentrándose junto a Estrella en un submundo del que solo son capaces de escapar haciendo un acto de constricción. Confesando sus pecados para alcanzar el purgatorio que supone el momento en que caminan de la mano por el desierto. Mueren cayendo en un charco que pronto se torna carmesí (a juego con el llamativo vestido de Coral), purificados en un bautismo que deja atrás sus culpas y sus hechos terribles.
La cinta navega la complejidad de la humanidad misma y muestra los límites más bajos a los que puede llegar un ser humano. Irónicamente la completa lejanía ética mostrada por los protagonistas es justo lo que los humaniza ante la cámara. Llegado cierto punto, generan empatía y hasta se desea que no los atrapen. Es esta separación de la realidad un truco útil que atrapa de forma altamente efectiva la atención. Forzándonos a contemplar actos espantosos, las imágenes obligan a la mente a vagar en muchas direcciones diferentes. El visionado de esta pieza se siente como una experiencia existencial profunda pero plácida, pues, gracias a su magnífica dirección, no necesita ser sobre analizada. Todo esto se consigue a través del aire costumbrista del largometraje, que incita a la resonancia.
El objetivo trata de colocarse en lugares desde donde obtiene la mayor parte de información posible gracias a un precioso y premeditado juego de encuadres. Es habitual el seguimiento de los personajes por diferentes estancias con la cámara a través de los angustiosos espacios que, a modo de mini laberintos, componen los hogares habitados por los personajes. Ejemplo de ello son las escenas en casa de la propia Coral. De esta forma se elude el uso de demasiadas tomas. Se evita así un planteamiento visual que, mostrado de otra forma, resultaría demasiado explicativo o expositivo en cada escena.
El film Profundo Carmesí, es un noir costumbrista que parece empujar al espectador a creer que sus caprichosos personajes habitan un mundo fruto del realismo mágico. Esto acompaña muy bien la romántica idea de la vida ideal que tiene la propia Coral. No obstante, su idea es tan equivocada que logra subvertir el género, (como también subvierte su sueño en pesadilla) tornándolo en algo más parecido al folk horror. Eso sí, un horror real, humano, urbano incluso; donde paisajes aislados esconden terribles secretos y habitantes que participan en los más oscuros rituales. En este caso, asesinatos a sangre fría.
En definitiva, se trata de una película incómoda de ver, que puede llegar a disgustar pero que mantiene en todo momento la atención. Lo hace revirtiendo las verdades primordiales de la sociedad y el código moral. Provoca esto su remembranza. Te quedes con ella en la cabeza durante los días posteriores a su visionado, dándole vueltas, reflexionando.
Coral y Nicolás son dos almas trágicas que, a duras penas, persiguen su personal Vellocino de Oro. Mediante los característicos sucesos episódicos de una road movie, los personajes se desarrollan mental y emocionalmente. Al final, estos antihéroes modernos, aunque conservando sus características básicas (ansia por la comida en caso de Coral y ansia por la imagen perfecta en caso de Nicolás), acaban por evolucionar, obteniendo una perspectiva nueva de las cosas: la felicidad de que todo mal termina, la compañía de un ser amado al lado y la libertad de un mundo cruel. Concedámosles, como mínimo, esa desgraciada e irreal porción de épica mundana.
Una mezcla de Amor loco/Amor prohibido (1995), Te doy mis ojos (2003) y Bonnie and Clyde (1967) que hace reflexionar sobre el nivel de sociopatía que algunos son capaces de alcanzar para perseguir sus sueños, por egoístas que estos sean.