Terror elevado: Desentrañando las claves del nuevo concepto de horror

Terror elevado

Desentrañando las claves del nuevo concepto de horror

Es de sobra sabido que el género cinematográfico conocido como “terror” tiene como máxima inquietar y asustar a sus espectadores. Conforme los años han pasado, subgéneros como el giallo, el slasher, el terror psicológico, el cine de monstruos y demás fueron surgiendo, alcanzando su momento más álgido en el cine de masas y posteriormente (la mayoría) su caída en el olvido, o por lo menos en momentos difíciles.

Pues bien, en la actualidad se habla de terroríficos subgéneros de nueva creación: post-terror, horror folk, elevated horror, terror de autor, etc. En este texto vamos a referirnos al terror “elevado”, también denominado en ocasiones como “art house horror”, un concepto que agrada a algunos tanto como molesta a otros en las comunidades cinematográfica y cinéfila. ¿Pero qué características definen al terror elevado? Pasemos a enumerarlas. 

Profundizando en el concepto de terror elevado

El terror elevado es un derivado del terror psicológico convencional que tanto ha triunfado en las últimas décadas en videojuegos, novelas, películas y series. Este tipo de ficciones centran su atención en los miedos profundos de los personajes, que puede diversificarse en el tratamiento de:

  • su sentimiento de culpa 

  • sus dudas existenciales 

  • sus creencias y supersticiones 

  • el concepto de lo que es real o no

Poco a poco las obras de este estilo se han tornado de un carácter más reflexivo, donde lo tétrico enlaza con el complejo estado mental de sus protagonistas. Se han convertido en temas centrales que necesitan una técnica particular de filmación:

  • la amenaza que puede haber en el interior de todos nosotros 

  • lo que nos rodea pero desconocemos 

  • lo que se silencia 

  • aquello que nadie se atreve a nombrar

Los nuevos directores, queriendo profundizar más en estos complejos temas, pulen hasta el límite del perfeccionismo la cinematografía, la técnica, la ambientación y la dirección escénica de sus largometrajes y cortometrajes. Hacen así una lectura mucho más profunda de lo que el público general espera de una película de miedo al uso.

La creación y delineación de los personajes que protagonizan estas narraciones es tremendamente reflexiva, acentuando todavía más que el horror psicológico si cabe, trazando gran intensidad en la psique de los mismos.

En ocasiones dicha cualidad se aúna con ciertos tintes de costumbrismo y crítica social. Para alcanzar el tan ansiado nivel de reproche así como la correcta exposición de miedos personales y sociales, muchos de los directores y directoras del art house terror se decantan por mermar los aspectos más impactantes y viscerales de sus creaciones, huyendo así de otras fusiones de subgéneros de terror pasadas como, por ejemplo, el slasher psicológico o el splatstick.

Todo esto ha provocado que los fanáticos de estos relatos consideren que son más agudas que las obras pertenecientes a otros estilos de horror, y por lo tanto más “inteligentes”. Una idea algo prejuiciosa que ha derivado en prejuicios de vuelta por parte de los fans del resto de variedades de este tipo de cine.

ARGUMENTOS A FAVOR DEL TERROR ELEVADO

1. Más allá de lo que puedan opinar cuatro pedantes, el terror elevado parece más un intento de promover el género de horror dentro de las industrias literaria y cinematográfica, ambas demasiado habitualmente obcecadas en desdeñar todas las ficciones a él pertenecientes. En las productoras de streaming y videojuegos parecen más abiertas de mente a este respecto.  

2. La profundidad existencial narrativa en estas historias es mucho más vasta incluso, que en los relatos de horror psicológico al uso.

3. Dicha profundidad consigue turbar más a lectores, jugadores y espectadores pues alcanza mayores niveles de intimidad emocional. 

4. La escenografía cobra mucha más importancia en estos textos, lo cual siempre es de agradecer. Se nota cierta aproximación artística, de ahí el otro sobrenombre del género, art house horror.

5. Al tratarse de historias más cercanas el público alcanza niveles de sugestión más altos. Proporcionan un sentimiento de terror más efectivo

6. Muchos de estos textos dan una necesaria vuelta de tuerca a guiones, novelas, cuentos y cómics que, de otra manera, acabarían por parecerse demasiado a historias previamente narradas

7. Estas ficciones atraen a un público cultivado, imaginativo y reflexivo.

Argumentos en contra del elevated horror

1. Los creadores de argumentos pertenecientes a este subgénero de terror no hacen más que aventurarse en una especie de enrevesados laberintos costumbristas y existenciales. 

2. Los slashers plagados de jump scares no son suficientes para aquellos que pretenden hacer crítica social o zambullirse de cabeza y sin bombona de oxígeno en esta especie de neo terror de tintes psicológicos.

3. Tanta “profundidad” tiene tintes esnobistas.

4. La búsqueda de un público exclusivo que los propios creadores denominan “inteligente” rebaja las opciones de conseguir alcanzar récords de taquilla, lectura o ventas. Los posibles éxitos solo pueden derivar de los festivales clasistas, donde el terror no suele ser bien recibido. 

5. Insultar al público de masas no es una buena estrategia de márketing. Tampoco lo es ofender a los fanáticos del terror en todas sus subdivisiones que pueden ver demasiada cursilería y engreimiento rodeando lo que no es más que otra historia de miedo

6. En demasiadas ocasiones los argumentos de estas historias fuerzan demasiado los giros y las situaciones. No hay límites para relatar un trauma.

7. La creencia de que un tipo de terror es más culto o mejor que otro no hace más que estigmatizar al resto de subgéneros de horror

Un estudio del concepto “elevated terror” y su origen

Y es que el terror, sea cual sea la forma en que se exprese, tiende a estar anclado en el supragénero Un monstruo en casa, mencionado por Blake Snyder en sus tratados sobre escritura y que puedes encontrar diseccionado en mayor medida en el Manual Escribir Ficción

Las causas de la irrupción de tal monstruo y la forma que tome el mismo pueden ser de los más variadas, desde un tiburón hasta un sociópata, pasando por un falso rumor y llegando al concepto que la sociedad tiene como aceptable, o llevándolo más lejos, a algo que se desconoce totalmente. 

Sabiendo esto, queda claro que el concepto terror elevado, ante todo, hace referencia a: 

  • Una primacía de lo estético en contraste con los aportes más viscerales del género.

  • Una tendencia al profundo escrutinio, ya sea éste psicológico, emocional, social, cultural, sentimental…

Estamos ante un terror de aire metaficcional que utiliza la autoconsciencia, la autorreferencia y la autorreflexión como un nuevo movimiento artístico posmoderno. Podría decirse que no solo el género de terror es consciente de sí mismo sino que también son demasiado conscientes de sí mismos los creadores y creadoras de ficciones de ese género. 

La narrativa, como todas las expresiones artísticas contemporáneas aplica la reflexividad al pensamiento crítico, a la psicología, la sociología, etc.  Así, esta nueva noción de “miedo del bueno” proviene de una familia de términos de reciente generación (véase superficción, antinovela, post comedia, etc) que albergan o especifican diferentes matices con respecto a bases culturales fundamentales y, por ende, más generales. 

El terror elevado puede entenderse como una mera puesta al día de los códigos actuales de las industrias artísticas, algo muy necesario si se tiene en cuenta la escena actual a la que se exponen los relatos de cualquier género a día de hoy. Hablamos de: 

  • Un público objetivo requete informado al respecto de cada uno de los géneros

  • Una audiencia erudita gracias a la exorbitante exposición de manera constante a ficciones similares

  • Unos receptores de información que esperan y anticipan ciertos elementos y golpes en la historia que están a punto de presenciar. Unas anticipaciones que vienen dadas por patrones y reglas preestablecidas y de sobra conocidas por todos. Por ejemplo: las convenciones de género, las tramas arquetípicas, las situaciones clónicas y los personajes estereotipados.

Hoy en día jugadores, lectores y espectadores poseen un particular conocimiento del universo audiovisual. Cuanto más conoce el público sobre estas reglas y convenciones, más fuerza tienen estas en las expectativas que estos individuos ponen en el relato al que se exponen. 

Mayor es también la generalización que al respecto de ellos se hace social y culturalmente. Para huir de estos convencionalismos y prejuicios, los creadores han encontrado dos escapatorias:

  1. Abrazar la categoría “terror” con uñas y dientes: el autor o autora se adscribe al género.

    Si el creativo o creativa se alista en el terror puede aprovechar las expectativas, archiconocidas por productores y público, para sorprender tanto a crítica como a este último.  

    Esto lo hace Jordan Peele que, a pesar de ello, se ha alzado como uno de los nombres más renombrados del subgénero

  2. Huir de estos formalismos: el autor o autora se adscribe a otro género diferente al terror. Si el/la escritor o escritora se emancipa del género terror, ordenándose bajo los muros de otros géneros mejor valorados por la industria como, por ejemplo, drama, las oportunidades de que su ficción sea tomada en serio y pueda competir en grandes festivales aumenta sobremanera.

    Una táctica seguida por Ari Aster, quien, de acuerdo a sus propias declaraciones, se vio obligado a no hacer ninguna referencia a que pretendía dirigir una historia de terror al momento de hacer su pitching ante los/las responsables de las productoras.

De ahí probablemente la aparición del término “terror elevado”, un noción puente que permite la unión entre ambas formas de aproximación al género de terror por parte de creativos, público e industrias artísticas contemporáneas.

Narraciones precursoras del elevated horror

  • Psicosis (1960). Original propuesta hitckcockniana, mezcla de terror y suspense. Un argumento lleno de trucos para despistar a los espectadores, contundentes golpes de efecto y con enorme fuerza transtextual

  • El resplandor (1980). Novela del rey del género,  Stephen King. Inspirada en un cuento de Edgar Allan Poe. El hotel y la sensación de inevitabilidad se convierten en dos personajes más, puede que los más importantes del relato

  • Eraserhead (1977). Un film perturbador de extraños tintes oníricos. Considerada una obra de culto por el público y una pieza audiovisual estéticamente significativa por varios organismos oficiales. 

  • Nosferatu, una sinfonía del horror (1922). La experimentación cinematográfica primigenia se funde con el expresionismo alemán más puro para crear un relato estremecedor de enorme belleza estética. Una de las primeras filmaciones de ficción sobre historias de vampiros

  • El golem (1915). Novela clásica de Gustav Meyrink que mezcla el terror con la literatura fantástica. Simbolismo, esoterismo, folklore y lo desconocido del inconsciente se dan la mano en esta reinterpretación de la leyenda judía clásica. 

  • El proceso (1925). Clásica pesadilla kafkiana que se desfigura más todavía puesto que se trata de una obra inacabada. La frase introductoria del relato es célebre, reza así: "Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido". 

  • La metamorfosis (1915). ¿Puede un insecto gigante reinsertarse con normalidad en la vida diaria de su entorno y su familia? Problemas de comunicación, intolerancia, falta de empatía, desconocimiento, miedo y prejuicios actúan como desmoralizantes para todos los participantes en este relato corto, también escrito por Franz Kafka

  • Scream: vigila quién llama (1996). Esta fantasía del maestro Wes Craven llegó en una década en que, debido a los excesos, lo que antes se consideraba novedoso, se había transformado en nada más que manidos clichés y tropos copiados hasta la saciedad. Sus creadores decidieron renovar aquello de “si no puedes con ellos, únete a ellos” añadiendo el corolario “mientras aprovecha para criticarlos”. La perspicaz idea funcionó, ya te digo sí funcionó, convirtiendo a la cinta en la primera de una larga saga de éxitos.

  • Déjame entrar (2004). Novela de John Ajvide Lindqvist donde un muchacho que sufre bullying conoce a una joven vampiro. Maneja temáticas tan complejas que exploran lo más oscuro de la sociedad humanas como los abusos sexuales infantiles, los asesinatos y el suicidio. 

  • El pozo y el péndulo (1842). Uno de los cuentos más famosos de Poe. La desesperanza, las divagaciones de la mente y la amenaza de la muerte como efectiva amalgama temática mantienen a los lectores pegados a las páginas

  • La caída de la Casa Usher (1839). Famoso relato corto de una trama con una complejidad muchísimo mayor de lo que a primera vista parece pues se trata no solo de una exposición de la enfermedad como la desviación del estado fisiológico sino también como alegoría de la caída en desgracia de una antigua estirpe familiar que oculta demasiados espeluznantes secretos.

  • Lemora, un cuento sobrenatural (1973). Por su hermosa fotografía y su puesta en escena, además de por esa configuración temática que muestra un inevitable juego entre el deseo y lo prohibido, bien puede considerarse un claro antecedente del terror elevado.

Ejemplos actuales de terror elevado

  • Lamb (2021). Lo inquietante de este film se refleja tanto en su guion como en sus frías localizaciones. En ella A24 hace gala una vez más de las perversiones que es capaz de distribuir bajo el pretexto del adjetivo “intimista”. 

  • La hija (2021). El concepto de maternidad se ve más que comprometido en esta cinta con guion de Alejandro Hermández y Manuel Martín Cuenca. Si acompañamos una huida desesperada, unos cómplices que ayudan pero solo a cambio de algo y que todo ello ocurre en zonas rurales con parajes totalmente aislados tenemos un ejemplo de suspense que, por elevado, resuena como un terror demasiado plausible.

  • Midsommar (2019). El horror folk se amarra bien fuerte al miedo psicológico para crear el largometraje ideal de terror elevado. Su historia se centra en una pareja de jóvenes cuya relación está algo deteriorada debido a traumas pasados no superados. Así las cosas viajan junto a su grupo de amigos a Suecia, donde caen en manos de una peligrosa secta. 

  • Babadook (2014). Un monstruo sobrenatural del que nadie puede deshacerse una vez que descubre su existencia acosa a una viuda y a su pequeño hijo. Una difícil coyuntura que requerirá de aceptación e ingenio a partes iguales. 

  • Buenas noches, mamá (2014). La historia de dos niños quienes comienzan a sospechar que la mujer que ha regresado del hospital con la cara completamente vendada no es su verdadera madre.  

  • Madre! (2017). Una metáfora de tintes bíblicos sobre el ciclo de abuso que como humanidad estamos ejerciendo sobre la Madre Naturaleza. 

  • Hereditary (2018). Otra de extrañas sectas que se entrometen en los lazos familiares. Turbadora como solo puede serlo una ficción de terror elevado

  • Saint Maud (2019). Detalla como una creencia fervorosa puede llegar a distorsionar la realidad, desviándose en trastorno.  

  • Relic (2020). El cliché de la casa encantada llevado a la enésima potencia del horror. El miedo que aporta esta narración hace referencia a una vida que se consume a causa de una enfermedad degenerativa.

  • El faro (2019). Un atestado de simbolismo, mitología y folklore adereza esta inmersión en un insondable espiral de locura provocada por el ansia. 

  • It follows (2014). Una de los pocos ejemplos de terror puramente sobrenatural que entra en la lista de miedo elevado. La madurez trae consigo libertades y placeres que nunca llegan a esconder del todo esa parte tan trágica que es descubrir que la vida es finita. Quizá esta cinta hable de eso. Quizá solo versa sobre una peligrosa y molesta enfermedad de transmisión sexual de carácter incorpóreo. La respuesta está en los ojos del que mira. 

  • Nosotros (2019). De nuevo un ejemplo de terror con matices de crítica social. El sistema de clases que divide a las personas en diferentes sectores de población, el capitalismo como culpable de la desigualdad y algo de lo que todos somos culpables consciente o inconscientemente, eso de apartar la cara ante el sufrimiento ajeno. 

  • Déjame salir (2017). De nuevo un guion de Jordan Peele que esta vez nos presenta una interesante interpretación de la codicia y el racismo, dos de las grandes lacras de EEUU, y del mundo. 

  • Cementerio de animales (2019). No hay nada tan natural y que se antoje tan antinatural como la experiencia de la muerte, en particular si el afectado por ella es alguien amado. Esta adaptación de la novela homónima de 1983 persigue que los pensamientos de su audiencia ahonden sobre el tema. 

  • La bruja (2015). Esta vez los cuentos de hadas junto a vetustas acusaciones de brujería reales, fruto de absurdas supersticiones puritanas, son los inspiradores de la trama que se narra en este respetado largo. 

  • El Hoyo (2019). Brutal metafórica crítica del capitalismo.

  • Scream (2022). Prueba fehaciente de que la idea del cine analizando y criticando el cine a través del cine continua funcionando.  La más reciente entrega de la saga retoma la magia de su original. Cuenta con los protagonistas originales y se adentra una vez más en la crítica fílmica de películas de miedo. Una vez más, la metaficción y la autoconciencia “elevan” la trama, y ya de paso, el género.