literatura

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6 arcos emocionales típicos de la narrativa occidental

Hay expertos que dicen que no pasan de 20, otros creen que han de ser más de 36 y los hay que aseguran que no pueden ser menos de 7. Sin embargo, gracias a un estudio llevado a cabo por la Universidad de Vermont, y en el cual se han estudiado 1700 libros, a día de hoy, nos es posible afirmar que prácticamente todo el extenso de la literatura occidental se divide en tan solo 6 arcos narrativos emocionales

El estudio, del que se hizo eco Discover Magazine, además de señalar el número total de arcos argumentales, procede a analizarlos, otorgando a cada uno de ellos una denominación que facilita su asimilación. ¿Te apetece conocerlos? Entonces sigue mirando porque vamos a ello:

Cuidado: Spoilers 

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1. De harapos a riquezas

Este es el más sencillo de los arcos argumentales de la lista. Partiendo de una situación inicial X, la historia avanza hasta alcanzar un final feliz. El punto de origen es lo de menos, siempre y cuando el camino conduzca a los personajes a la felicidad. Muchas novelas, cómics y guiones utilizan esta técnica. Ejemplos de ello son La Divina Comedia de Dante Alighieri y el cuento infantil de El gato con botas, recopilado por primera vez por Giovanni Francesco Straparola

Por su parte, los responsables del estudio escogieron como ejemplo de este tipo de argumento Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Relato que comienza cuando Alicia,aburrida, está sentada junto a su hermana a la sombra de un árbol. La aventura tan prometida en el título de la novela comienza cuando la curiosa joven persigue a un apresurado conejo parlante.  El resto, ya sea gracias al propio misticismo del cuento, al clásico animado de Disney o a la moderna versión Burtoniana de 2010 , es cultura popular.  

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2. Persona en un agujero

Este tipo de historias comienzan justo en el momento en que una racha de buena suerte se esfuma, lo que supone un mazazo tanto para el personaje protagonista como para los lectores de la historia. Estos últimos serán testigos del resurgir digno de un fénix que conseguirá el mencionado personaje

Son ejemplos de este arco narrativo:

El maravilloso Mago de Oz, de Lyman Frank Baum, donde la pequeña Dorothy es transportada a un lugar desconocido donde tendrá que hallar el camino de vuelta al hogar.

El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas y Auguste Maquet, la mítica novela en que Edmundo Dantés escapa de prisión para conseguir su venganza.

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3. Cenicienta

Todos conocemos la historia de Cenicienta. Se trata de uno de los cuentos de hadas más populares de toda Eurasia. La versión que conocemos puede variar dependiendo de la interpretación que haya llegado a nosotros. Los hay que se saben al dedillo la versión de la leyenda que transcribió Charles Perrault, mientras que otros recitan a la perfección la versión reproducida por los Hermanos Grimm. Incluso si tu único acercamiento a esta bella historia ha sido a través de Disney, tendrás una noción edulcorada pero lo suficientemente acertada de este relato clásico que pasa de generación en generación desde hace siglos. 

Tomándola como ejemplo es posible afirmar que su arco argumental sigue el siguiente orden: Todo comienza con una situación feliz que se ve truncada por un horrible revés. Sin embargo, tras todo ese sufrimiento, las cosas mejoran hasta acabar de nuevo en extrema felicidad

Este tipo de arco aparece un singular sinnúmero de ocasiones en la historia de la literatura occidental. Muestra de ello es: 

Cuento de Navidad, de Charles Dickens, donde el huraño ricachón Ebenezer Scrooge  pasa una noche toledana al ser visitado por los fantasmas de las navidades pasadas, actuales y futuras para finalmente acabar manteniendo el espíritu de la navidad como nadie. 

Donde también todos son felices al comienzo para pasar ciertos malos ratos que terminarán en más momentos felices es en la novela Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, protagonizada por la siempre encantadora Elizabeth Bennet

El género Cenicienta también ha hecho sus pinitos en la narrativa de terror. Prueba de ello es Drácula, la archiconocida obra de Bram Stoker, en la que las fuerzas malignas del protagonista pronto comienzan a resultar nocivas tanto para Jonathan Harker, como para su relación con Mina y, en general, para todo su entorno, hasta que, bueno, la historia alcanza el prometido final feliz con boda y churumbel incluidos. 

Llega el momento de descubrir que la literatura occidental tiene una gran vena depresiva. Prueba de ello son los siguientes tipos de arcos populares

Y es que en el número cuatro nos topamos con el arco denominado:

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4. Tragedia

Este tipo comienza, como los dos anteriores, en un punto de increíble dicha. Sin embargo, ¿qué es la tragedia sino la definición de un suceso horrible? Qué tal si tras ese terrible hecho, las cosas no hacen más que ir de mal en peor. “Lo que mal empieza, mal acaba” asegura el dicho popular. Y en estas historias, la advertencia no podría ser más cierta. 

Este arco tiene lugar en clasicazos tales como: 

la obra teatral Romeo y Julieta, de William Shakespeare. Obvio, ¿verdad?

De su mano también podemos destacar Hamlet porque tampoco acaba en un punto muy boyante que digamos.

En lo que respecta a la literatura encontramos un ejemplo en el clásico La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”, donde Ana Ozores no hace más que sufrir angustias y reveses de la culpa, la religión, la sociedad, el clasismo, las habladurías y el tradicionalismo.

Otro ejemplo es La metamorfosis, de Franz Kafka porque quien empieza su historia transformado en insecto gigante, mal acaba.

Vamos con el quinto tipo de arco, que los académicos de Vermont denominaron: 

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5. Edipo

Parece que el bardo británico tocó todos los tipos. Este arco se define bajo el siguiente paradigma: 

Un inicio colmado de mala suerte, un desarrollo en forma de promesa y una caída final.

Darás con ejemplos de argumentos similares en: 

Ana Karénina, de León Tolstói, novela clásica protagonizada por una joven esposa infeliz en su matrimonio que tiene un apasionado y longevo romance con un oficial que acaba por conducirla a la locura y al suicidio. 

La historia de persecución, culpa y odio entre un doctor chiflado y su criatura también se desarrolla con una promesa obteniendo, de hecho, el prometido fatídico destino en la novela de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo

Otro tanto ocurre en los clásicos Cumbres borrascosas, de Emily Brönte; Don Quijote de la Mancha, de Miguel del Cervantes y El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald son también ejemplos del arco estilo Edipo

El último caso lleva el nombre del hombre que se acercó demasiado al sol, hablamos de 

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6. Ícaro

Un arco narrativo que va de mal en peor pero llegado el momento de alcanzar ese peor, la caída es, pues eso, como si las alas se derritieran al protagonista desde lo más alto del cielo. Aunque tiene un intenso propósito de remontar, al nivel de la persona en un agujero, el personaje protagonista por mucho que lo intenta, nunca consigue su propósito. De hecho, la historia es tan cruel que cuando parece que el prota parece tocar el éxito con la punta de los dedos, falla inexorablemente, dejando al público dolorido

Max Estrella, protagonista de la esperpéntica obra teatral Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán sigue este grotesco destino

Los arcos emocionales son recurrentes porque basan su existencia en inquietudes intensas tan profundas y fundamentales para el ser humano que hasta un cavernícola podría comprenderlas. Si extendemos el análisis más allá de los límites de las obras estudiadas por la Universidad de Vermont, descubrimos que prácticamente todas las ficciones tienen cabida en alguno de estas 6 tipologías. 

Ya sea por la extrema longitud de sus arcos o por la complejidad de los mismos, existen no obstante, excepciones a esta regla entre las que se encuentran tanto clásicos de siempre como narraciones contemporáneas. Véase: 

  • La Saga Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin

  • la entrega final de las aventuras literarias del joven mago, Harry Potter y las reliquias de la muerte.

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El Efecto Lilian: Abrazar los fracasos como técnica de creación literaria

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La táctica ideal para que los fracasos no te afecten no consiste en evadirse de ellos. Muy al contrario, todo y toda artista debe salir en busca de fracasos. Hay que cazarlos. Lanzarse a barriles llenos. Dejar que nos lluevan. Cuando se trata de fracasos literarios, no lo olvides, lo mejor es que los trates como a Pokemon, tienes que intentar hacerte con todos.